De pie en las escaleras
de la caravana, el sol va dibujando círculos de luz sobre mis
párpados cerrados. Aún no he terminado de despertar del sueño que
esta noche ha rematado un viaje largo y definitivo, mi conciencia
está intentando completar la última etapa del regreso cuando una
voz magenta me hace abrir los ojos. Rick sonriendo.
- ¡Hola, Nar! ¡Cuánto
tiempo sin verte! ¿Dónde te habías metido?
- Larga historia...
Digamos que he andado peregrinando por un par de sitios, regresé
anoche. ¿Qué tal vosotros?
- Todo bien, disfrutando
del verano y cada vez más del sótano. Estamos en buena onda, con
Dylan inspiradísimo, pariendo ideas sin parar... Anteayer me volvió
a pasar una letra casi terminada: „Métele ritmo“, dijo, y en eso
ando ahora.
- ¿Y de qué va?
- Pues la verdad es que
no sé si lo tengo del todo claro... Bueno, son estrofas que le
hablan a un „tú“ y se van montando alrededor de una rueda en
llamas a punto de explotar. Yo intento apoyar con el bajo esa
sensación de peligro inminente, para que él la cabalgue con la
voz... En fin, si te pasas por el sótano esta noche podrás
escuchar a qué va sonando de momento todo eso.
- ¿Y qué dirá Dylan
si vuelvo a aparecer por allí?
- Nada, supongo: tienes
la suerte de haberle caído bien. Sí, a veces pasa, ¡no pongas esa
cara!
- ¿Cómo puedes estar
tan seguro?
- Bueno, el otro día
preguntó por ti... Y una vez le oí decir que tienes „la actitud
adecuada“, que se nota que también tú prefieres „las noticias
antiguas“.
- ¿A qué se refería?
- Mejor se lo preguntas
a él: ahí viene.
Dylan está cruzando la
puerta de la cocina. Se detiene unos segundos en el umbral, como si
buscara algo, o a alguien. Mientras camina hacia la caravana, las
gafas negras impiden seguir el rastro de sus ojos.