La
hoguera rebrotaba con los troncos que Rick le iba echando bajo la
soñolienta mirada de Sally. Me senté a su lado y ante las llamas
comencé a doblar el papel en el que Dylan me obligaba a escribir una
apuesta a ciegas, intentando asumir la enormidad que suponía poder
ganarle cualquier cosa. Garth se acercó con unos vasos y una botella
mediada de whisky. Mi hoja se convirtió en un barco, y mi deseo en
cinco palabras y un dibujo.
-
Si no lo tienes claro, échalo al fuego -sugirió Rick.
Casi
estaba a punto de hacerlo cuando el silencio que se fue adensando
alrededor me dio a entender que Dylan regresaba al ruedo. Me di la
vuelta y lo vi aproximarse a la fogata. Traía un libro encuadernado
en piel marrón, del que sacó su papel, doblado en cuatro. Una
Biblia de formato grande, con las tapas muy gastadas.
-
Aquí está mi parte de la apuesta, Nar: te joderá perderla.
Tendió
a Rick su hoja y con un gesto me obligó a hacer lo mismo. Miró mi
barco sin cara de sorpresa.
-
Que Rick guarde los papeles, y que Garth nos lea el Libro de
Isaías. Aquí traigo una King
James. Yo he dicho que la cita
que empieza con “Sobre la atalaya ...” es del capítulo 24, y tú
que es del …
-
Del 21, versículo 8 -completé su frase con la mirada puesta en el
fuego.
-
Pedante -masculló al tiempo que entregaba la Biblia a Garth.
Sally
sirvió whisky en los vasos dispersos por el suelo. Dylan cogió uno,
Rick otro; yo encendí un cigarro y me puse en pie para escuchar el
desenlace de aquel duelo imprevisto.
- “Sobre la atalaya, mi
señor, estoy firme a lo largo del día ...”
: Isaías, capítulo
21, versículo 8 -leyó Garth con voz casi litúrgica. Luego, con los
ojos bajos, devolvió la Biblia a Dylan, que se quedó mirándola en
silencio mientras la gente que nos había ido rodeando empezaba a dispersarse.
-
¡No os vayáis sin saber lo que he perdido!
El
grito paralizó a la mayoría, muchos se volvieron mirándome como si
esperasen alguna reacción por mi parte. No la hubo.
-
Parece mentira pero has ganado, Nar. Ahora sólo falta saber qué
cojones has escrito en ese barco de papel tan ridículo, qué es lo
que me has querido ganar arriesgándote en esa deriva de idiota.
Pásamelo, Rick.
Él
le entregó mi velero sosteniéndolo en la palma de su mano
izquierda. Dylan lo agarró en un puño y luego lo fue desplegando a
trompicones.
-
“La caja redonda del sótano”-leyó con tono interrogativo.
Me
miró con fijeza durante unos segundos muy lentos, primero ladeando
la cabeza y luego moviéndola de un lado a otro, perdonándome la
vida. Su voz sonó a granizo, lo sentí caer sobre mi cara:
-
Eres más inocente de lo que pensaba.
Apuró
su vaso de whisky y lo tiró a la hoguera. Después me dio la espalda
y, a grandes zancadas, entró en Big Pink por la puerta de atrás. Yo
me fui acercando despacio a la ventana del salón a la que Richard acababa de
asomarse.
-
¿Qué coño ha pasado, Nar? -me preguntó en voz baja. Dylan ha
bajado al sótano como una bala, parecía muy cabreado.
-
Acabo de perder algo ganando una apuesta. Te lo explico otro día.
El
tipo con cara de máscara estaba pasando por delante de nosotros y,
levantando brevemente su sombrero negro, nos hacía un gesto de
despedida.