Igual que a Rick, también a mí me
gusta ver cómo el sol da a estas horas en la parte de atrás de la
casa.
He empezado a pintarla sobre un
lienzo horizontal - 70 x 50, tres mil quinientos centímetros de área
y doscientos cuarenta de perímetro para intentar contener la
envoltura de un universo esférico, enorme y rosa -. El resto de
colores van brotando de la música que casi cada tarde escapa por las
ventanas abiertas. Aunque todavía esté lejos de ser mi obra
maestra, la imagen se va perfilando fluida como una rapsodia.
- ¿A punto para el sótano, Nar?
La pregunta resuena a mis espaldas,
rompiendo mis divagaciones futuristas.
- Hola, Robbie. Me has asustado …
- No era mi intención. Sólo venía
a decirte que esta tarde puedes bajar a escucharnos. Dylan ha dicho
que te quiere conocer.
El pincel se me cae de la mano, el
óleo forma una mancha azul sobre la hierba. Robbie se queda
mirándola un par de segundos y compone una mueca que acaba derivando
en media sonrisa. Luego, dándome la espalda, se dirige hacia la
entrada de la casa y vocea:
- ¡No vengas antes de las siete!
Las siete :-:
siete, menos cuatro = tres :-:
tres palabras ~ la llave del tesoro :-:
Dylan quiere conocerme *
ni se te ocurra bajar antes de las 7!
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