He tenido que llegar a esta
ciudad con nombre de lago salado y doble silueta de edificios
recortados sobre un fondo montañoso tallado de cañones para
reconectar con el deseo que me impulsó a emprender este relato hace
ya tres años. Y es que el concierto de Dylan anoche en el Eccles
Theater tuvo algo de película onírica, de film como de otro
tiempo montado sobre una banda sonora consabida, pespunteada por la
multitud de pequeñas luces que brillaban como estrellas sobre la
platea. Fui yo quien añadió a su trama la sorpresa final.
Había comprado una entrada
en el sector central de la primera fila, justo un poco a la izquierda
del piano, para poder volver a ver cómo, una noche más, Dylan se
parapeta tras él como envuelto por un manto de cristal. Y también
para intentar conseguir, con un poco de suerte, fotografiarle un
gesto insólito. Esperé al segundo bis, y al comenzar a sonar Ballad
Of A Thin Man
abrí la bolsa cuyo contenido había provocado asombro en el control
de seguridad de la entrada. En
la cuarta estrofa, me puse la chistera.
Varias voces se quejaron a
mi espalda, pero logré permanecer inmóvil hasta que, al acercarse
al centro del escenario para el saludo final, Dylan reparó en mí.
Hubiera sido el momento perfecto para disparar la foto perfecta, ese
instante de tiempo detenido y condensado en una expresión de estupor
que nos retrotrajo a los dos a aquella noche del verano del 67 en la
que una apuesta bíblica hizo que yo le ganase este sombrero negro de
copa alta. Entonces Dylan me llamó inocente, y también idiota.
Ignoro lo que pensaría anoche al reconocerme con aquel trofeo
antiguo en la cabeza. Cuando comenzaba a levantarlo en un gesto de
saludo, él ya se había dado media vuelta para salir de escena. Ni
siquiera llegué a sacar la cámara.
Las imágenes perfectas
jamás llegan a ser capturadas, no con la mediación de instrumento
alguno, pero se nos quedan tatuadas tras los párpados. Como la voz
de Dylan.
Esta noche volveré al
Eccles Theater para asistir a su segundo concierto en Salt
Lake City, esta vez desde el primer palco de la izquierda. Antes
intentaré hacerle llegar un mensaje, quizá también sus flores
favoritas.
Oh,
what a lonely soul am I,
Stranded high and dry
By a melancholy mood
Stranded high and dry
By a melancholy mood
No hay comentarios.:
Publicar un comentario