Desde el interior de la caravana, veo
llegar a Dylan en un Chevrolet azul cobalto. Afino una vez más la
Ibáñez y dejo pasar un buen rato antes de dirigirme al sótano.
Desde lo alto de la escalera les escucho tocar un par de canciones,
reuniendo fuerzas para iniciar el descenso. Respiro hondo y comienzo
a bajar, como si me sumergiera. Rick es el primero en verme, me
saluda sonriente antes de haber alcanzado el último peldaño.
- ¡Hola, Nar! Mola, te has traído la
guitarra.
Dylan está de espaldas, hablando con
Garth, tarda como un largo minuto en volverse hacia mí.
- Vaya, la famosa Salvador Ibáñez,
parece que al final va a resultar cierto lo que contaban estos tíos
...
Levanto el instrumento con la mano
izquierda, con gesto de tendérselo. Él no se mueve del sitio, se
limita a preguntar con sorna:
- ¿Eres sólo coleccionista, o también
sabes tocarla?
- Bueno … Dicen que no se me da mal del
todo. Y sí, tengo varias guitarras, pero ésta es mi preferida. La
gané en una apuesta, hace muchos años, en España.
- Eso suena a una buena historia... Nos
la cuentas otro día, ¿vale?, ahora mejor escuchamos cómo suena esa
Ibáñez. Vamos a seguir con las canciones que nos habíamos
propuesto hoy -antiguas, misteriosas y hasta trágicas, esa onda...
¿Te sabes ésta?
En una acústica de doce cuerdas comienza
a rasguear una melodía por la que navega un ballenero que conozco
bien: Bonnie Ship the Diamond.
Le contesto uniéndome a ella y un veloz gesto de sorpresa recorre su
cara. Sin mediar palabra, mira a la banda indicándoles que nos
sigan, y cada uno se va uniendo con su instrumento, excepto Richard,
que se queda sentado en silencio frente a la batería. La emoción de
escucharnos juntos subidos a ese barco es tan intensa que a punto
estoy de perder el compás cuando Dylan -su voz, enardecida-
aborda por segunda vez el estribillo:
So it's rise up my lads
Let your hearts never fail
When that bonnie ship the Diamond goes
Fishin' for the whales
Al terminar, Bob me mira durante unos
segundos ladeando la cabeza. Rick sonríe, levantando el pulgar.
Puesto en pie junto a la batería, en silencio, Richard hace una
foto.
Desde los periódicos, hace meses que
naves espaciales como banderas despegan compitiendo por alcanzar la
luna. Desde el sótano, esta tarde, a bordo de su barco, yo acabo de
pisarla.