Será un documento para comer.
Por las mañanas,
discutir con Howard y Robbie qué
significa eso
nos puede llevar horas.
Por las tardes, toco.
A veces Maria me acompaña con su pandero
color chocolate;
a veces Jesee se me queda dormido junto
al amplificador;
a veces Sara nos mira, acariciando su
vientre redondo como una luna.
Pruebo acordes para poner a prueba mi
voz.
Mi voz ahora, sin que nadie la escuche.
Manchester + la Triumph muriendo en
Striebel Road
[defenderse atacando, luego desaparecer].
Sólo yo puedo oír eso, nadie más
podría cantar desde ahí.
La oigo -mi voz-,
me escucho -algo ha cambiado, y no-.
¿Qué era diferente con la banda
alrededor?
¿Cómo sería escucharnos juntos ahora?
Rick me ha contado que a ratos se
aburren.
Howard los necesita cada vez menos,
dice que ya hemos rodado suficiente
material
y que ahora debemos concentrarnos en el
montaje
del documento comestible.
Tenemos tiempo.
Todos lo tenemos, y yo tengo además
ganas de volverme a escuchar rodeado.
Quiero saber qué ha cambiado, o si no.
Les voy a pedir que de vez en cuando
vengan a casa a tocar por las noches,
después de haber acostado a los niños.
En el Salón Rojo hay espacio,
cuatro y veinte ventanas,
un mueble bar
y un par de enchufes para lo que surja.
Se van a alegrar.
Hay una forma de
echarse de menos
que consiste en
querer saber
qué seríamos
ahora (¿qué volveríamos a ser?)
junto a quienes una
vez fueron parte de nosotros.
Mañana es domingo, buen día para
empezar.
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