Yo me había instalado
en aquella caravana poco antes de comenzar la primavera del 67. La
suerte y la buena relación con la propietaria de la casa -la misma
señora simpática y confiada que le habló de ella a Rick mientras
Richard y él todavía vivían en el motel de Woodstock, también de
su propiedad, y que acabó por alquilársela- me permitieron
asentarme a la sombra de Big Pink, en su parte trasera, cuando
todavía no se llamaba así ni de ninguna otra forma, porque su
nombre es su propia historia y ésta justo empezaba a escribirse por
aquellos días. Mi intención -no conocida por nadie- era comenzar a
redactar la biografía de Dylan, para la que llevaba un par de años
recopilando materiales. Quería, además, hacerme con otros nuevos,
actuales, para escribir sobre su vida durante ese período tan
efervescente por aquel territorio de Woodstock y alrededores respecto
al que él parecía estar ubicándose voluntariamente al margen.
Fui
acumulando esos materiales -intercalados con gran profusión de
reflexiones personales y apuntes impresionistas, a veces banales,
sobre la cotidianidad de aquella isla rosa en las montañas Catskill-
en un cuaderno enorme cuyo contenido nunca llegaría a publicar, ya
que poco después decidí terminar el primer volumen de la biografía
con la fecha del accidente, julio del 66, y desde entonces todavía
no he sido capaz de completar los siguientes. Durante décadas, ese
voluminoso cuaderno -y también otro más pequeño, de tapa blanda,
mezcla de diario y bitácora, en el que fueron surgiendo algunas
historias sobre despedidas- compartió con el cuaderno marrón de
Dylan la estrechez de una maleta exiliada en un desván húmedo y sin
ventanas. Los guardé juntos -su regalo, mi memoria y el dolor de los
adioses incompletos, los tres relictos del 67-, y con el paso del
tiempo fueron brotando entre ellos tallos y raíces que los
conectaron, que sin que yo llegara a saberlo de forma consciente los
iban convirtiendo en ramas convergentes en un mismo tronco, mientras
mi vida se iba desviando por derroteros que poco o nada tenían
que ver con los sueños e ideales de quien durante el „verano del
amor“ había ocupado aquella caravana para estar cerca de Dylan,
el personaje que impulsaba muchos de ellos.
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