jueves, 23 de octubre de 2014

Presente (II)




Yo me había instalado en aquella caravana poco antes de comenzar la primavera del 67. La suerte y la buena relación con la propietaria de la casa -la misma señora simpática y confiada que le habló de ella a Rick mientras Richard y él todavía vivían en el motel de Woodstock, también de su propiedad, y que acabó por alquilársela- me permitieron asentarme a la sombra de Big Pink, en su parte trasera, cuando todavía no se llamaba así ni de ninguna otra forma, porque su nombre es su propia historia y ésta justo empezaba a escribirse por aquellos días. Mi intención -no conocida por nadie- era comenzar a redactar la biografía de Dylan, para la que llevaba un par de años recopilando materiales. Quería, además, hacerme con otros nuevos, actuales, para escribir sobre su vida durante ese período tan efervescente por aquel territorio de Woodstock y alrededores respecto al que él parecía estar ubicándose voluntariamente al margen.

     Fui acumulando esos materiales -intercalados con gran profusión de reflexiones personales y apuntes impresionistas, a veces banales, sobre la cotidianidad de aquella isla rosa en las montañas Catskill- en un cuaderno enorme cuyo contenido nunca llegaría a publicar, ya que poco después decidí terminar el primer volumen de la biografía con la fecha del accidente, julio del 66, y desde entonces todavía no he sido capaz de completar los siguientes. Durante décadas, ese voluminoso cuaderno -y también otro más pequeño, de tapa blanda, mezcla de diario y bitácora, en el que fueron surgiendo algunas historias sobre despedidas- compartió con el cuaderno marrón de Dylan la estrechez de una maleta exiliada en un desván húmedo y sin ventanas. Los guardé juntos -su regalo, mi memoria y el dolor de los adioses incompletos, los tres relictos del 67-, y con el paso del tiempo fueron brotando entre ellos tallos y raíces que los conectaron, que sin que yo llegara a saberlo de forma consciente los iban convirtiendo en ramas convergentes en un mismo tronco, mientras mi vida se iba desviando por derroteros que poco o nada tenían que ver con los sueños e ideales de quien durante el „verano del amor“ había ocupado aquella caravana para estar cerca de Dylan, el personaje que impulsaba muchos de ellos.

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