- Vengo
a despedirme, Nar. Me marcho a Nashville y supongo que no te
encontraré al regresar, ya va haciendo frío para seguir durmiendo
aquí fuera.
Me lo dice desde la escalera de mi
caravana, el pie derecho en el tercer peldaño, el codo sobre la
rodilla, la mano acariciando el ala del sombrero. No acepta entrar,
tiene prisa, quiere compartir algo.
- Bueno, hemos hablado bastante durante
estas últimas semanas, ¿no?, y tu presencia se me iba haciendo cada
vez menos cuestionable. Al principio no me gustó tenerte aquí, ya
lo sabes, y cuando descubrí tus motivos para merodear por Big Pink a
punto estuve de echarte. Pero para cuando llegué a entenderlos ya te
habías ganado mi respeto. Quédate con él y con esto.
Del bolsillo de la chaqueta saca un
cuaderno de tapas marrones, me lo tiende con la mano izquierda y con
media sonrisa.
- Tú sabrás qué hacer con él,
seguro, los que escribimos somos expertos en reciclaje.
Levanta mínimamente su sombrero
inclinando a la derecha la cabeza y se da media vuelta. Se está
yendo, y la velocidad de las imágenes se ralentiza. Al comenzar a
descender la pequeña cuesta le oigo decir:
- ¡Suerte!
Dylan se ha ido.
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